La escuela del aburrimiento – Luigi Amara

Last Updated on: 3rd febrero 2022, 10:37 pm
La boca del aburrimiento abriéndose hasta formar un bostezo colosal, que amenaza con engullirnos. Esa boca desmesurada, en ese gesto interminable, es quizás el último monstruo auténtico, el último monstruo, al menos, que todavía despierta desconcierto y miedos atávicos, y que como todo monstruo parece estar al acecho en cualquier parte, agazapado detrás de los actos cotidianos.
Elena Poniatowska, al escribir sobre La vejez, obra de Simone de Beauvoir escrita en 1970, comenta:
Publica 600 paginas sobre la vejez. No es un ensayo, sino una summa theologica.
Algo similar sucede con La escuela del aburrimiento de Amara. El libro no es tan vasto como el de Beauvoir (consta de poco menos de 300 páginas), pero su título es acertado en cuanto pareciera perseguir un fin propedéutico: todo lo que existe sobre el aburrimiento quiere caber aquí. Dicho esto, el ensayo nace de este apunte de Pascal:
Todas las desdichas del hombre derivan del hecho de que no es capaz de estar sentado tranquilamente, solo, en una habitación.
De ahí, Amara teje un largo curso sobre la naturaleza del tedio, los breves combates que libramos contra éste, lo ridículo que resulta la existencia repleta de hobbies y actividades para combatir el spleen [Kavafis advierte: siempre llegarás a esta ciudad], y un largo etcétera. Es difícil acometer una labor así sin la posibilidad de que el resultado sea tedioso –doble significación del discurso, casi me parece un ejercicio a la segunda potencia, como la lectura de Foucault al respecto del cuadro de Magrit Ceci n'est pas une pipe–, y a momentos, el libro de Amara efectivamente es una escuela del aburrimiento en todas sus dimensiones. Ya antes Luigi había compartido sus adscripciones en cuanto al ensayo en México, y de estos grandes retoma puntos positivos, en particular, ese gusto sincero por la erudición, con su correspondiente deshilvanado de la cultura y lecturas alrededor de su objeto de estudio –downside: pareciera que para el ensayista afecto a las citas y el juego de la alta cultura, sobreviene una sensación de desnudez si no se explora un tema desde todas las aristas–.
En específico, el libro se compone de tres secciones: La habitación de Pascal, Una temporada conmigo mismo y Horas muertas. La primera es un gran compendio sobre el aburrimiento, centrado en su mayoría en la cultura occidental, y nos provee de un recorrido sobre momentos y lecturas para delimitar la situación: asustados del aburrimiento, llenamos la vida de un sinnúmero de actividades para matar el tiempo, es decir, matarnos a nosotros mismos. La segunda sección es un viaje personal, repite el enclaustramiento de Thoreau y Perec para habilitar el conocimiento del tedio a partir de la cotidianidad: ¿qué sucede cuando se corta de tajo con las extensiones de vida que nos rodean, llámese redes sociales, teléfono móvil o el seguimiento que se hace de la vida de los otros? Luigi trata de acercarse a esa interrogante, y es por mucho la parte más agradable del libro: podemos seguirlo alegremente por los meandros que disecciona: la hiperconectividad, las listas, el tabaquismo, los libros, lo cotidiano. La última sección, Horas muertas, regresa al tono de la primera sección y vuelve a compilar notas, anécdotas y citas sobre lo que ya hemos visto antes:
La frase final de mi libro habría sido la siguiente: ‘Esto es quizá lo único nuevo bajo el sol: la incesante repetición de todos los afanes; la constatación sombría de que al placer lo corona el desfallecimiento y, al deseo satisfecho, el desengaño del aburrimiento'.
Como al personaje de Perec en Un hombre que duerme, la conclusión es sencilla: es imposible el escape, son fútiles las alternativas y, en realidad, no está tan mal convivir con el aburrimiento. Manifestaciones de este tema, no-lugares, música, tomaduras de pelo: todo sucede sobre una conclusión en la que no pasa nada –final de temporada sin promesa de algo siguiente–. El truco es válido –por algo Amara cita a Johnny Rotten–, pero en lo particular me queda una sensación de desconcierto.
Después de estas páginas, uno puede encontrar una nota final sobre la Internacional Bostezante, juego que he disfrutado mucho. De manera general, el libro me ha dejado un tanto desorientado: Luigi Amara es hábil como ensayista, pero en este libro es un ente difuso, sus opiniones se me han perdido entre el juego de citas y lecturas que ha propuesto sobre este tema –mayoría que, sin duda, pasan al mapa de lecturas pendientes para este reseñista–. La polifonía que pone sobre la mesa es tan vasta, que extraño la voz de Amara en un tono que no de lugar a las concesiones.
Por esto, no puedo decir que me haya gustado, lo que no resta la calidad del libro: el aburrimiento es sin duda uno de los temas de los que más nos gustaría alejarnos.
Para otra lectura interesante y nada condescendiente de Letras Libres puede entrar acá –la nota dantesca es relevante–.
Efectivamente el mundo se ha acostumbrado a “perder el tiempo”, preguntándose qué hacer con su aburrimiento esperando el momento para hacer alguna actividad sin lograr buenos resultados. El aburrimiento poco a poco nos va consumiendo convirtiéndonos en ociosos lo cual nos impide hacer algo productivo y en otros casos a desesperarnos. Tenemos la capacidad de crear e innovar, ahora nos resulta más fácil con la llegada de la tecnología que para la juventud se ha vuelto otra manera de tener algo que hacer sea o no productivo, volviendo al punto inicial donde desperdiciamos el tiempo de “aburrimiento” en divertirnos en vez de pensar en cuantas cosas podríamos hacer y tal vez llegar a cumplirlas
Efectivamente el mundo se ha acostumbrado a “perder el tiempo”, preguntándose qué hacer con su aburrimiento esperando el momento para hacer alguna actividad sin lograr buenos resultados. El aburrimiento poco a poco nos va consumiendo convirtiéndonos en ociosos lo cual nos impide hacer algo productivo y en otros casos a desesperarnos. Tenemos la capacidad de crear e innovar, ahora nos resulta más fácil con la llegada de la tecnología que para la juventud se ha vuelto otra manera de tener algo que hacer sea o no productivo, volviendo al punto inicial donde desperdiciamos el tiempo de “aburrimiento” en divertirnos en vez de pensar en cuantas cosas podríamos hacer y tal vez llegar a cumplirlas.