[Podcast] Cristina Rivera Garza: Escrituras colindantes y necroescrituras
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Last Updated on: 25th julio 2022, 06:28 pm
Esta edición del podcast es una reemisión de una charla reciente con Cristina Rivera Garza, a quien tuve el gusto de entrevistar junto a Mónica Ojeda en el marco de Kilómetro América, el festival de literatura latinoamericana organizado por Casa América en Barcelona.
Para Rivera Garza, la literatura, que usualmente se define como una batalla contra la página en blanco, no es un ejercicio solitario, sino una práctica comunitaria. Esta idea tiene consecuencias radicales. CRG propone el concepto de desapropiación, esto es, la desaparición de la idea de autoría (o de la función autoral, retomando a Foucault).
Una poética de la desapropiación bien puede involucrar estrategias de escritura que, como las apropiacionistas, ponen al descubierto el andamiaje de tiempo y el trabajo comunal, tanto en términos de producción textual como en tiempo de lectura, pero necesariamente tienen que ir más allá. Ir más allá quiere decir aquí cuestionar el dominio que hace aparecer como individual una serie de trabajos comunales – y todo trabajo con y en el lenguaje es, de entrada, un trabajo de la comunidad— que carecen de propiedad.
Los muertos dóciles
La escritura es comunitaria, por su primer sustrato, que es el lenguaje compartido, y por el segundo, que son los materiales ajenos que participan en la creación (esto es, los otros, sus anécdotas, las mismas condiciones materiales en las que vive el escritor). También, porque en la génesis de toda escritura participa, en buena parte, la lectura —las voces de otros, fantasmas, al estilo de Pedro Páramo, que participan desde otro tiempo para crear un nuevo presente (a diferencia del paradigma de la subjetividad y el genio personal).
A diferencia de la Literatura -que vive de ocultar el trabajo comunal del lenguaje a través del parapeto del autor y que se aboca a producir objetos comerciales conocidos hasta ahora como libros- una escritura comunalitaria produciría no «el objeto [la mercancía] sino el mundo en el que el objeto existe, ni generaría al sujeto (el trabajador y consumidor] sino el mundo en el que el sujeto existe.
Estas ideas son particularmente visibles en Había mucha niebla o humo o no sé qué, libro híbrido en el que CRG explora la vida y obra de Juan Rulfo al tiempo que méxico entra en eso llamado “modernidad”. El libro, que transita entre el ensayo, la crónica, el cuento, por citar algunos ejemplos, sugiere una forma de leer a Pedro Páramo: “en un mundo que se empeñaba en abrir nuevos caminos y cubrirlos todos con asfalto, propiciando ese encuentro acelerado con el entorno que prometían los motores de autos y camiones, Rulfo caminó. El que camina retarda las cosas. El que camina insiste en mantener el cuerpo en contacto constante con la superficie de la tierra”.
La segunda es la idea de la frontera, una idea que sugiere un espacio liminal o un solapamiento. Ésta puede ser geográfica, pero también tiene implicaciones en lo que conocemos como género: en ambos sugiere un cruce o movimiento. La Cresta de Ilión, novela de CRG escrita en 2002, comienza con una mujer que llega a casa del narrador en una noche de tormenta. Su silueta mojada provoca el deseo, y poco después el miedo:
Ahí estaba el característico golpe en el bajo vientre por si me atrevía a dudarlo. Ahí estaba, también y sobre todo, la imaginación.
La mujer dice ser Amparo Dávila y, por lo que cuenta después, está a la búsqueda de un manuscrito que ha sido robado. Le pide ayuda, pero el narrador se niega al tiempo que cae preso de la curiosidad, lo que lo lleva a buscar el dichoso documento. Hasta ahí la anécdota. En paralelo, lo que sucede es un cuestionamiento constante del género del narrador (que se identifica como hombre pero al que Amparo Dávila —la real y la falsa, como se aprenderá más tarde— identifica como mujer. En el prólogo, CRG explica la novela de la siguiente manera:
Mientras que las voces de las mujeres en todo el mundo siguen silenciándose (…) los personajes de este libro saben que el género —y lo que se hace en nombre del género— puede ser letal. Cuando la desaparición se convierte en una epidemia, especialmente entre las mujeres, este libro les recuerda a los lectores que siempre queda un rastro: un manuscrito, una huella, una marca, un eco digno de nuestra completa atención y nuestras indagaciones.
Este fragmento da pie a la tercera idea que quiero presentar. En el cruce entre el neoliberalismo y la necropolítica (definida, de acuerdo a Achille Mbembe, como “la capacidad de dictar quién puede vivir y quién debe morir [.…..] el control sobre la mortalidad y la vida como una manifestación de ese poder”), la escritura responde a preguntas claves de nuestra contemporaneidad tales como la precariedad del trabajo o la serie de violencias que nos acechan. A la escritura que responde a estas cuestiones CRG las define como necroescrituras. En otras palabras, narrativas que buscan subvertir, responder, desactivar los mecanismos de la necropolítica actual. Al mismo tiempo, “exploran críticamente las estrategias de producción, distribución y archivación de las distintas articulaciones textuales con el lenguaje público de la cultura. Se trata de escrituras que exploran el adentro y el afuera del lenguaje, es decir, su acaecer social en comunidad, justo entre los discursos y los decires de los otros en los que nos convertimos todos cuando estamos relacionalmente con otros”, CRG dixit.
Los mecanismos de las necroescrituras son variados, pero uno de ellos, recurrida por la autora en varios de sus libros, es la escritura documental y el uso del archivo, sobre todo, los archivos minúsculos de la memoria, de las redes, de la experiencia de todos los días. Al apropiarse de los archivos, escribe CRG citando a Nathaly Piegay-Cros, «la literatura modifica también las representaciones y las condiciones del proceso de archivación”.
En el verano de 1990, Liliana Rivera Garza, hermana de Cristina Rivera Garza, fue asesinada por Ángel González Ramos, quien en algún momento fuera su pareja y cuyos abusos irían in crescendo hasta el horrendo desenlace que la autora rescata en el libro El invencible Verano de Liliana. La brutalidad de los hechos es avasallante. Para capturar su totalidad, CRG echa mano de la idea del archivo antes descrita
Lo que emergió fue un mapa, o más precisamente: un plano. Estaban ahí las líneas que señalaban cimientos y paredes, pero también las que le abrían espacio a la ventana y la claraboya. La tentación de reconstruir la vida de Liliana como una víctima inerme ante el poder avasallador del macho fue grande. Por eso he preferido que hable ella misma: tengo la impresión de que, a cada vuelta del camino, aun en los momentos más oscuros, Liliana no perdió la capacidad de verse a sí misma como autora de su vida.
En esta desolación, entre la rabia y la injusticia, el libro es también un rescate, una vindicación. Una vez más, una forma de construir un nuevo presente:
Con mucha frecuencia, los sistemas institucionales contra la violencia doméstica y el terrorismo de pareja fallan, y lo hacen rotundamente, contribuyendo así a aumentar el poder material y simbólico del depredador. En 1990, cuando nadie hablaba de estas cosas, cuando a la violencia de pareja se le seguía asociando estrechamente a erupciones de pasión que, a veces, se convertían inadvertidamente en crímenes, cuando ni las víctimas ni sus seres queridos ni siquiera los victimarios tenían un lenguaje capaz de describir, y luego entonces de definir, y más aún contrarrestar, la violencia ejercida en nombre del amor, con la excusa del amor, era fácil, dolorosamente fácil, no estar al tanto del riesgo mortal que dicha violencia implicaba.
La escritura documental y el rescate de múltiples archivos permiten, entonces, contra narrativas a los relatos oficiales, y quizás también la construcción de un nuevo presente. Sirvan estas claves para entender la charla que se presenta a continuación.