Tatologías – Luis Eduardo Rivera

Last Updated on: 21st diciembre 2017, 05:02 pm
Continuación del narrador de Velador de noche, soñador de día, Tatologías funciona como un libro de aforismos y pequeñas reflexiones, despojado ya de la pretensión del género y de la necesidad de una trama. Rivera define en la sección De Diario a Diarios sus preocupaciones:
“¿Acaso me he convertido en un escritor de viñetas?” Y más adelante, al hablar sobre Valéry: “No son retazos, juntados al azar en un cuaderno interminable; son parte integrante de una dinámica intelectual, el cuerpo en movimiento de una inteligencia y de una sensibilidad fuera de serie. Gracias a su carácter fragmentario, inconcluso, estas notas son, a su vez, chispas que encienden la curiosidad del lector, e incitan igualmente a nuevas reflexiones. En ello radica, precisamente, su valor literario-filosófico, o bien estético-filosófico: incitan a pensar”.
Aquí mis favoritos:
Una agenda es el residuo de nuestra nadeidad, el basurero en donde tiramos el desecho cotidiano de nuestra rutina existencial. Nuestra vida está reducida a los actos más banales y repetitivos. Un cigarrillo fumado con pereza vale mil veces más que todo ese listado de tiempo aprisonado, petrificado, inexistente. Una agenda no contiene ni siquiera pasado. Es tiempo muerto. Y nosotros morimos con cada anotación. Es nuestra muerte lo que ahí anotamos. Nuestra visa es una agenda. Pero los actos vivos no los escribimos en ella. Los pocos actos vivos.
Hasta donde recuerdo, nunca he conocido a una persona feliz. A fanáticos de la felicidad sí, a muchos, sobre todo los doctrinarios, ésos que creen haber encontrado la fuente de la felicidad en su mentira ideológica, sea ésta un credo político, una religión o un modo de vida. Estos abundan, son la inmensa mayoría, son la plaga de la que siempre he huido despavorido. Ellos siempre intentarán convencerte de la veracidad de su mentira. Los tristes, los infelices, al final, me resultan mucho más simpáticos y mucho menos dañinos; sirven de contraste, y hasta pueden resultar útiles a la creación, aunque no resulta sano frecuentarlos mucho, pues la tristeza y la infelicidad son pegajosas.
Siempre que se refiere a un libro que desprecia, mi amigo C. lo desautoriza en estos términos: “Es el tipo de obras que sólo el fuego podría corregir”.
Creo firmemente en este postulado de Georges Hyvernaud, que él mismo cumplió y ejemplificó hasta la muerte: “Dos clases de escritores: los que van de la literatura a la vida y los que van de la vida a la literatura. Los que no salen de la literatura, ésos no cuenta”. En sus cuadernos póstumos, Sainte-Beuve dice: “Hay que escribir como se habla, y no hablar como se escribe”.
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