Las ciudades invisibles – Italo Calvino

Last Updated on: 3rd febrero 2022, 10:17 pm
Un libro (creo yo) es algo con un principio y un fin (aunque no sea una novela en sentido estricto), es un espacio donde el lector ha de entrar, dar vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o tal vez varias salidas, la posibilidad de dar con un camino para salir. Alguno de vosotros me dirá que esta definición puede servir para una novela con una trama, pero no para un libro como éste, que debe leerse como se leen los libros de poemas o de ensayos o, como mucho, de cuentos.
Calvino
Hay libros que son difíciles de clasificar. Uno puede atender a Las ciudades invisibles de Calvino como pequeños cuentos, o bien, intentar la lectura como un espejo de las Mil y una noches en el que Marco Polo y Kublai Khan hablan de más temas de los que en apariencia se tocan —
la nostalgia, la realidad o la muerte. Independientemente de esto, no es conveniente querer asignar una tesis o un sentido a los juegos de imaginación que Calvino propone en este pequeño libro. Michel de Tournier pregunta en su ensayo El vuelo del Vampiro:
¿Una obra de ficción puede llevar un mensaje -tesis, doctrina política, etcétera? Cuando se trata de una obra que no es de ficción la respuesta es un sí rotundo. Sin embargo, cuando se trata de un poema, una novela o una obra de teatro, la presencia de una tesis, formulada de manera expresa y sin ambigüedades, demerita gravemente el valor de la obra. (…) Es importante que el lector, no el escritor, sea quien la introduzca, pues la interpretación -tendenciosa o no- sólo es competencia del primero, y la pluralidad de interpretaciones -en último caso tan numerosas como los propios lectores- revela el valor y la riqueza de la invención poética, novelesca o teatral del público.
En el caso de Ciudades Invisibles el lector, sin embargo, se encuentra ante un reto adicional: cada ciudad, cada categoría, podría ser sujeto a un análisis de fondo con el fin de establecer y diseccionar las metáforas, nostalgias y deseos que tiñen toda la obra.
Categoría | Temática de la descripción |
Las ciudades continuas | Ciudades confusas en su extensión. |
Las ciudades escondidas | Ciudades con múltiples cualidades. |
Las ciudades sutiles | Ciudades abstractas o aéreas. |
Las ciudades y el cielo | Ciudades con propiedades divinas. |
Las ciudades y el deseo | Ciudades que despiertan el deseo y la pasión de las personas. |
Las ciudades y el nombre | Ciudades semánticas. |
Las ciudades y la memoria | Ciudades de recuerdos manifiestos en sus habitantes o estructuras. |
Las ciudades y los intercambios | Intercambios de mercancías, deseos, recuerdos, etc. |
Las ciudades y los muertos | Ciudades que rememoran la muerte. |
Las ciudades y los ojos | Ciudades con propiedades visuales. |
Las ciudades y los signos | Ciudades semióticas. |
55 ciudades de las cuáles mucho se podría hablar.
Este emperador melancólico [Kublai Khan] que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles, por ejemplo una ciudad microscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concéntricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana… Creo que lo que el libro evoca no es sólo una idea atemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna… Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades.
El juego de interpretación, sin embargo, podría ser infinito. El mismo Calvino confiesa, en una conferencia que dio en Nueva York en 1983: el sistema con arreglo al cual se alternan las series es de lo más simple, aunque hay quien lo ha estudiado mucho para explicarlo. La perspectiva para el lector, entonces, debiera ser el divertimento, utilizar el libro como un ejercicio de la imaginación, en el que la mente pueda, si le es posible, disfrutar el relato de estos lugares imposibles como lo hace el propio Kublai Khan. Esta figura, es notorio, sufre una transformación a lo largo del libro, y Kublai Khan se transforma es una metáfora del lector: el gozo que existe en escuchar las narraciones de Marco Polo se convierte en deseo ávido de contar, también, sus propias visiones sobre las ciudades -Macedonio Fernández diría: escribir es el verdadero modo de no leer y de vengarse de haber leído tanto-.
Pese a las tesis extensas que se puedan discutir al respecto de esta obra hay, sin embargo, un profundo ejercicio de la nostalgia en todo el libro:
Todo para que Marco Polo pudiese explicar o imaginar que explicaba o que Kublai hubiese imaginado que explicaba o conseguir por último explicarse a sí mismo que aquello que buscaba era siempre algo que estaba delante de él, y aunque se tratara del pasado era un pasado que cambiaba a medida que él avanzaba en su viaje, porque el pasado del viajero cambia según el itinerario cumplido, no digamos ya el pasado próximo al que cada día que pasa añade un día, sino el pasado más remoto. Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees más te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos.
Marco entra en una ciudad; ve a alguien vivir en una plaza una vida o un instante que podrían ser suyos; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar él si se hubiese detenido en el tiempo tanto tiempo antes, o bien si tanto tiempo antes, en una encrucijada, en vez de tomar por una calle hubiese tomado por la opuesta y después de una larga vuelta hubiese ido a encontrarse en el lugar de aquel hombre en aquella plaza. En adelante, de aquel pasado suyo verdadero e hipotético, él está excluido; no puede detenerse; debe continuar hasta otra ciudad donde lo espera otro pasado suyo, o algo que quizá había sido un posible futuro y ahora es el presente de algún otro. Los futuros no realizados son sólo ramas del pasado: ramas secas.
Y más adelante:
—…Desde allí el hombre parte y cabalga tres jornadas entre gregal y levante…— proseguía diciendo Marco, y enumeraba nombres y costumbres y comercios de gran número de tierras. Su repertorio podía considerarse inagotable, pero ahora le toco a él rendirse. Era el alba cuando dijo: Sir, ahora te he hablado de todas las ciudades que conozco.
—Queda una de la que no hablas jamás.
Marco Polo inclinó la cabeza.
—Venecia— dijo el Kan.
Marco sonrío.
—¿Y de qué otra cosa crees que te hablaba?
El emperador no pestañeó.
—Sin embargo, no te he oído nunca pronunciar su nombre.
Y Polo:
—Cada vez que describo una ciudad digo algo de Venecia.
—Cuando te pregunto por otras ciudades, quiero oírte hablar de ellas. Y de Venecia, cuando te pregunto por Venecia.
—Para distinguir las cualidades de las otras, debo partir de una primera ciudad que permanece implícita. Para mi es Venecia.
—Deberías entonces empezar cada relato de tus viajes por la partida, describiendo Venecia tal como es, toda entera, sin omitir nada de lo que recuerdes de ella.
El agua del lago estaba apenas encrespada; el reflejo de cobre del antiguo palacio de los Sung se desmenuzaba en reverberaciones centelleantes como hojas que flotan.
—Las imágenes de la memoria, una vez fijadas por las palabras, se borran —dijo Polo—. Quizás tengo miedo de perder a Venecia toda de una vez, si hablo de ella. O quizás, hablando de otras ciudades, la he ido perdiendo poco a poco.
Más que esto, no se puede decir. El libro puede ser consultado online aquí. Para un interesante artículo de aproximaciones matemáticas a algunas Ciudades Invisibles de Calvino, pueden dar click aquí.
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