Despojos y Tristes Sombras: dos libros de Lola Ancira

Last Updated on: 8th enero 2023, 09:27 pm
En su libro “El vals de los monstruos”, Lola Ancira nos acercó a personajes en los que la decadencia del cuerpo y de la mente rozan la maldad. “Despojos” sigue el camino contrario: aquí, la decadencia es ahora social y apunta a centrarnos en sus víctimas.
Leemos, así, la historia de Martina y su hijo, Heriberto, quienes intentan escapar de la violencia y encuentran un destino aciago. Un padre habla por un teléfono sin línea con su hija desaparecida. Abigaíl, otra de las protagonistas del libro, visita al asesino de su hija e, inesperadamente, se hunde en la posibilidad de la venganza.
En otra de las historias, Elisa busca los restos de su hijo desaparecido. Ahí leemos:
También le explicaron que, en el sitio en el que un cuerpo se está descomponiendo, el pasto deja de crecer y se seca, y que cuando el proceso de putrefacción cesa, el pasto vuelve a ponerse verde e incluso crece más. O que los gases de los cuerpos en descomposición generan elevaciones que descienden luego. Que la tierra removida siempre anuncia algo. Aquel trabajo era, a la vez, un sitio de aprendizaje en comunidad para recuperar un poco de lo que les fue arrebatado, para devolver la calidad de ser humano a osamentas a las que se les arrancó el nombre. Elisa se volvió parte de una comunidad marcada lo mismo por la esperanza que por el dolor.
Salvo en “Tumba viva”, pareciera que es inevitable que el remolino de la violencia lo arrastre todo hacia lo más profundo de la experiencia humana: el dolor. En este sentido, “Despojos” es así un viaje a su centro mismo.
“Tristes Sombras”, por su parte, habla de dos temas: la evolución del tratamiento de la salud mental en méxico (cuya institución principal fue por mucho tiempo “La Castañeda”, manicomio destruido en el que ahora hay un Walmart) y la del sistema penitenciario (cuya contraparte es “Lecumberri”, penitenciaría utilizada para criminales y presos políticos) a comienzos del siglo XX (en la transición del Porfiriato a la Revolución Mexicana, y del mundo a la llamada “modernidad”).
En una entrevista, Lola comenta:
(el libro fue motivado) por alumbrar la periferia, escuchar a los silenciados, a los ignorados, el discurso del otro; de encontrar sus voces y amplificarlas.
Ancira nos ofrece, así, una perspectiva de los abusos y atropellos que sucedían en ambos espacios: desde las mujeres recluídas en La Castañeda por sus esposos, hasta el asesinato de una mujer que detona una reliquia nigeriana. “Lecumberri”, por ejemplo, inicia con la historia de Miguel Verdugo, cuyo interés en la criminalística a comienzos del siglo XX lo lleva a un destino funesto:
Miguel Verdugo se sintió atraído hacia la criminalística desde que recibió la colección de hojas volantes de nota roja y grabados de José Guadalupe Posada tras la muerte de su abuela. Se dedicó a continuar el legado familiar recopilando material de la prensa sensacionalista, y cada noche se perdía entre las líneas de las imágenes que representaban calaveras armadas sobre caballos igual de cadavéricos, vestidas con sombreros y ropa tradicional. Sus favoritas eran «Gran calavera eléctrica», donde un esqueleto rodeado por cráneos miraba a la distancia un tranvía en el que viajaban otros esqueletos, y «La calavera oaxaqueña», que mostraba a un esqueleto valiente empuñando un cuchillo ensangrentado con la leyenda La Calavera valiente hoy acaba de llegar; todos quítense el sombrero que así la deben mirar. En otro estilo, la noticia del crimen «¡Horripilantisímo suceso! Una madre que descuartiza a su hijo recién nacido en dieciocho pedazos, el martes 15 de agosto de 1905», ilustrada por el mismo autor, exhibía a una mujer intentando deshacerse de los miembros de su bebé arrojándolos por el escusado.
“Tristes sombras” apunta, entonces, a lo cerca que está la locura o el crimen de la arbitrariedad, esto es, del capricho del sistema social (en este caso, del que entonces existía en México). La voz y experiencia de los desposeídos reverbera en las páginas de este libro y resulta necesaria, sin duda, en un siglo que aborda la salud mental desde una óptica distinta.
Viendo el conjunto de la obra de Lola Ancira, es interesante ver su evolución: desde la sombra individual (utilizando una metáfora jungiana), hasta la sombra colectiva, pasando por sus víctimas.
Como nota curiosa, Goyo Cárdenas, “El estrangulador”, aparece de una forma u otra en los libros de Lola Ancira.