Isabelle Mège: el inverso viaje de Proust

Last Updated on: 26th enero 2018, 08:20 am
El único viaje verdadero consiste no en buscar nuevos paisajes,
sino en mirar con nuevos ojos
Marcel Proust
I
Isabelle Mège se hace retratar desde hace dieciséis años por aquellos fotógrafos que le gustan. Comienza las cartas que entrega a los artistas con la frase: “J'aimerais m'apercevoir à travers votre regard”.

II
Uno de los fotógrafos que accedió a retratarla dice:
Podría decir que este proyecto provino de una mente obsesiva, este extraño proyecto de ser fotografiada por fotógrafos que le gustaban, no aquellos que ella creía famosos, sino aquellos que le gustaban.
Fouad Elkoury
Pero, ¿qué proyecto?

III
Lo que le interesa a Mège es mirarse a través de los ojos de otros, apropiarse del espejo y descubrir ese que se refleja, casi como si fuera un extraño. No hay nada en la biografía de Isabelle que indique el origen de su obsesión (“al preguntarle sobre su niñez y adolescencia, (ella) usa las palabras ‘bien', ‘calma' y ‘francesa'”, cuenta un artículo para The New Yorker).
Y sin embargo, hay que imaginar a Isabelle Mège mirándose al espejo, anonadada. ¿Qué es lo que convierte su rostro en algo distinto a los demás? Investiga su boca, el absurdo misterio que empuja el hueso a través de las encías. Sus labios. Se toca las costillas. Regresa a sus ojos. Como un territorio inexplorado, hay algo en esa piel que le extraña, una fuerza que la sumerge en sí misma.
¿Cuál es el misterio, si es que hay uno, que su cuerpo encierra?

IV
O tal vez todo, simplemente, se reduzca a la experiencia estética. El goce, como Narciso, de ver el cuerpo reflejado en el agua. Rostro y espejo o, mejor, la relación entre ambos.
¿Qué diálogo se establece entre Isabelle y sus fotógrafos? Después de ver la obra de Joel-Peter Witkin (de quien se ha dicho que sus fotografías parecen “lo último que una persona recuerda antes de la muerte”), Mège escribió tres cartas pidiéndole ser retratada. Witkin la ignoró. No fue sino hasta que Mège le envió una muestra de su sangre que él accedió a fotografiarla.
En su cuerpo había un deseo de hacer la imagen
O, tal vez, de convertirse en imagen.

V
Manuel Ferrer, al hablar de Borges, reinterpreta el Mito de Narciso: el reflejo es un límite, un espacio donde percepción, realidad, idea, deseo y pensamiento confluyen de manera misteriosa. En ese espacio es donde Isabelle Mège se ha situado. En ese espacio es donde transcurre su obra.
Narciso, en su soberbia, menosprecia al resto del mundo y paulatinamente se separa de él, aislándose en una torre de marfil de la cual es el único y exclusivo habitante. Aislado, pues, en su orgullo desdeñoso respecto a los demás, un día llega a las orillas de un estanque y en él ve, sin saber que es su propio reflejo, un hombre más bello, mucho más bello que cuantos ha visto él hasta entonces y le han hablado de su belleza. Horrorizado de que ese hombre pueda arrebatarle el cetro de su belleza, (…), se lanza a aniquilarlo y perece. En la base del mito de Narciso estará, así, el horror a lo que nos supera, el miedo a lo que no podemos entender, al más allá que devasta las propias fronteras que nos hemos creado para sobrevivir.

VI
Digo su obra porque Isabelle Mège es una artista, aunque no tenga producción. Dice Jean-Yves Jouannais que el artista “no debería ser más que un difusor de interioridad, a la manera de esos difusores de perfumes recargables; de él emanaría continuamente, pues tal sería su función, el catálogo de sus confidencias, confesiones, heridas, bajezas, todo ello envuelto en papel de regalo con extrellas de la galaxia del Yo”. Esto mismo podría aplicarse para ella. Lo que ha logrado no es convertirse en musa ni en modelo de decenas de fotógrafos, sino en un artista cuyo trabajo sucede a partir de la mirada de otros. Como Narciso, Mège está tirándose sobre sí misma todo el tiempo. De ese acto, lo que interesa es el viaje al Yo, las horas de aquel anochecer en el que Mège es ella y otro al mismo tiempo.
Jérôme De Missolz, I (Excerpt) from Collectif Jeune Cinema on Vimeo.
