Hasta pronto (cuento)

Hasta pronto (cuento)

Last Updated on: 21st diciembre 2017, 04:46 pm

pistola

“Se creía que por lo de aquella vez se me iba olvidar lo otro, ¿no?”. Lo encapuchan y lo meten en esa oscuridad terrible. Apenas puede respirar. El coche acelera en una autopista desconocida, hasta que disminuye la velocidad en lo que Germán intuye es un camino de terracería. “¿Lo de aquella vez?”, piensa, y entonces recuerda todo lo que pronunció unos meses atrás: “usted no se imagina cuánto significan los amigos para mí”. Recuerda el contacto del vidrio con sus dedos y cómo levantó el vaso de whiskey mientras decía estas palabras.

El detective, notando su distracción, dijo “whisky proviene de uisge, una forma cortada para la frase en gaélico uisge beatha, el agua de ”. La sensación de sequedad se pausó en su boca, generando un raro efecto de bienestar.

“No sabe usted qué raro es encontrar un amigo que reúna las cualidades fundamentales de la vida”, remató, poniendo su vaso en la mesa. “¿Y cuáles son esas cualidades?”, preguntó el policía. “¿Cómo decirle?”

Los hielos se fundían en los tonos dorados del vaso. Germán sintió un pequeño atardecer morir cuando dio el último trago. “Usted verá, hágame caso”, dijo. “Usted no conoce a Fernando, yo sí. Oh, usted no sabe, no sabe. Hágame caso, amigo, de verdad. Déjelo ir. No le conviene a nadie. Piense en usted. Piense en su familia”. Germán despachó la cuenta con un movimiento de su mano y se puso de pie. “Bueno, tengo que irme, usted disculpará que vuele, pero ¡ah!, la vida es cruel, no tiene remordimientos, ¿cierto? ¿Me comprende?”.

“Esto no se quedará así”, dijo el policía. Germán rió y caminó a la salida con pasos alegres. Hizo una llamada telefónica y el chofer pasó por él al lobby del restaurant. “Claro que se quedará así”, pensó. “Claro que sí”.

“Aquí está bien”, dice Fernando dentro del coche. Lo sacan de la cajuela y le destapan los ojos. “Espérate, ¿qué otro? Todo debe ser un error, un cuatro, ¡alguien me puso un cuatro!”. Germán se escucha a sí mismo, pero no cree que nadie más lo haga cuando grita: “Pero, ¡Fernando! ¡Si somos amigos!”, exclamación que no interrumpe nada y que únicamente funciona como antesala al eco sordo del percutor.

Roberto Wong

Roberto Wong

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