Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina – Liudmila Petrushévskaia

Last Updated on: 21st diciembre 2017, 05:31 pm
Los rusos, y su alma. Hay que leer a los clásicos para entender este concepto. Hay que leer a los contemporáneos, para entender su evolución. Liudmila, nacida en 1938 en Moscú, es presentada como un bastión importante para entender la caída del comunismo y la rusia contemporánea. En esta colección de relatos, “lo insólito siempre acaece a gente corriente”. Mi maestro, Alberto Chimal, apunta en su blog:
El año pasado, el libro Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina, de Liudmila Petrushévskaia, obtuvo el Premio Mundial de Fantasía. No se trata de un error: aunque el título suena a encabezado de nota roja, y podría hacer pensar en meras historias de sordidez y violencia, el libro es efectivamente una colección de narraciones fantásticas. En ellas llega a haber sordidez y violencia pero también hay, invariablemente, esa forma de la imaginación literaria que el pensamiento romántico cultivó: la que se propone transformar lo cotidiano en extraordinario, y lo rutinario –lo seguro– en maravilloso o terrible.
A diferencia de Chimal, sin embargo, no encuentro en estos textos algún rasgo sobresaliente. Sí, diferentes, en la medida en que la cotidianeidad es punto de partida hacia mundos extraños. ¿Y luego? Las consecuencias de los textos van en distintas direcciones: la crítica velada, la humanidad, el más allá, las posibilidades de otras realidades. Como lector, y aquí no sé si desea defecto de la traducción, o la simple cursilería de algunos viejos, me parece que algunos pasajes son demasiado aleccionadores, como si la autora pretendiera de dotar una enseñanza o lección a partir de algunos textos:
Después de todo, mamá aún era joven por entonces y puede que hubiera caído en esa zona de sombra de la vida de la que tanta gente no regresa jamás
Y así hay otros ejemplos. El mejor cuento del libro me parece Te quiero, tal vez por mis propios prejuicios como lector, pero al final algunos textos llegan a un resultado casi infantil: 1. vi a un muerto 2. entendí algo que no había visto 3. sigo adelante con una vida renovada. El mayor mérito del libro, y aquí coincido con Chimal, es: “los argumentos caprichosos de sus textos quedan para quien se anime a leerlos. Serán parte de un placer intenso e inesperado”. Es decir, literatura = posibilidad.