El Dios de los Lugares Oscuros – Hal Bennett

El Dios de los Lugares Oscuros – Hal Bennett

Last Updated on: 21st diciembre 2017, 04:42 pm

vietnam

La historia de un hombre comienza con otro: su padre, y más atrás, con la historia de un tercero: su abuelo. Lo tres comparten un pene de proporciones inmensas. Los tres negros, también, viven el mismo momento histórico: el Estados Unidos discrimante de mediados del siglo XX. Este hombre se llama Joe Market y la novela El Dios de los Lugares Oscuros es su historia, texto que raya en la tragedia griega y que sitúa a un hombre a merced de fuerzas que no puede controlar ni entender, fuerzas que sin duda, nacen de sus entrañas.

Tristemente cómica, la vida de Joe está inmersa en una sexualidad temprana que marca su sino:

Traté de que tu mamá se quitara los zapatos y el resto de la ropa -seguía diciendo Titus Market, con risas y más risas y dando vueltas con un dedo a su sombrero de paja-. Pero dijo que tú vendrías a comer en seguida, hijo. Además, no quería tardar mucho porque las arvejas podían quemarse. Dijo que solamente quería ayudarme un poco, que para eso son las mujeres. Así que me desabroché el mameluco y cuando quedé satisfecho tu mamá se quejó un poco y dijo: Sí, querido, para es la esposa, por más que le duela el pecho… Y eso fue lo último que dijo. Yo no supe que había muerto. Bajé la cabeza para besarla un poco y entonces sí supe que estaba muerta. Pensé un minuto antes de levantarme, pensé: Eres un hombre de veras, Titus, tu virilidad la mató. Claro que estaba triste pero no podía dejar de sentirme un poco orgulloso, también, por haber hecho una cosa así. En estos tiempos un hombre puede sentirse orgulloso de tan pocas cosas.

Titus, el padre de Joe, decide marcharse con él y tratar de fundar una nueva religión, exclusiva para negros. La madre de Titus, Madame Eudora, había sido una evangelista cristiana que se enamoró de uno de sus sobrinos y se casó con él. De ella y sus enseñanzas, es que Titus retoma su idea del culto que termina, invariablemente, con la admiración de su hijo desnudo y su enorme falo, es decir, el icono del salvador negro que un día habrá de llegar.

La simbología es valiosa pues el elemento de salvación funciona como condena: como parte de los rituales de Titus y su modus operandi, Joe crece acostándose con mujeres y hombres por igual:

Era realmente una criatura hermosa. Aunque no tenía más que doce años parecía un adolescente esbelto cercano a los veinte. Sereno y bien formado, su cara brillaba a la luz de una docena de linternas que Titus había colgado formando una especie de aureola alrededor del púlpito. Había comenzado muy temprano sus prácticas sexuales en Burnside, y su prematuro desarrollo lo demostraba muy bien. Levantó los brazos, se desesperezó y endureció los músculos. Le encantaba la adoración de la gente y quería que todos lo vieran bien de arriba a abajo.

El clímax de la primera parte llega cuando Joe y su padre se cogen a una prostituta, a la que Titus decide convertir en su esposa. Titus, celoso de Joe, decide emboscarlo y llamar a la policía para que lo arresten mientras se desnuda a las afueras de Nueva Orleans.

Titus volvió a sonreír sin darse cuenta, como le pasaba a veces. Creyó haber descubierto una gran verdad. ¿No era ése el tema de la Biblia? Judas traicionó a Cristo porque lo amaba. Pero él sabía una cosa: si un hijo suyo tenía que morir, sería él quien lo matara.

Titus vaticina en su última predica el argumento total de la obra: la salvación podría ser posible si la misma esclavitud no empuja al negro al infierno de la locura. Y si puede lograr no convertirse en la suma, en el total de lo que lo rodea, que es un ghetto lleno de odio implacable hacia él. Terminada la primera parte, el resto de la obra es la vida de Joe de joven, antes de Vietnam, y su vida adulta, postguerra; en suma, una serie de desgracias que él mismo acarrea para su vida. ¿Por qué? Es difícil dar con una respuesta: en el fondo hay una lucha existencial, un profundo vacío que conecta a El Dios de los Lugares Oscuros con otras novelas, como El lobo estepario de Herman Hessse:

Era más de medianoche; ya estaban en 1968 y nadie la había deseado siquiera un feliz año nuevo. Al contrario, ese hijo de puta de Martucci en el catre de abajo iba juntando rabia para maldecirlo si se movía otro milímetro; él percibía la furia del tano que se preparaba para hacerle sentir su jerarquía. Joe se quedó muy quieto y durmió. Y soñó bien clarito con su madre riéndose de él. Desde su casamiento era la primera vez que tenía ese sueño.

A su regreso de Vietnam, Joe, claramente perturbado, comete un asesinato. El resto de la novela recorre la tensión que esto genera en su vida y la relación con sus amigos y su esposa, es decir, la locura de un hombre envuelto en sus contradicciones, porque, ¿qué es una vida sino el punto exacto entre la realidad y el deseo? Joe Market no es una víctima ni un victimario, sino un hombre como cualquier otro que es capaz de ver lo absurdo de los hilos que sostienen las cosas. Ante una visión, el final es inminentemente trágico.

George Harold Bennett escribió esta novela en 1974, y fue reeditada en 1994. La versión es español es producto de la extinta Emecé, editorial Argentina que logró distribuir algunos ejemplares de este título en el continente. Hal Bennett escribió, además de esta novela, historias cortas y poemas sobre el DF (México). Vivió en México y formó parte del Centro Mexicano de Escritores. Una reseña más extensa de la novela (en inglés) puede leerse aquí.

***

Eusebio Ruvalcaba conoció a Hal Bennett en México en 1978. El 1° de julio de 2013 publicó en El Financiero una serie de recuerdos alrededor de este hombre, a quien Ruvalcaba reconoce como su “único maestro”. Me tomo la libertad de reproducir algunas de estas notas, que pueden también encontrarse en su blog:

1. 1978. Salía yo de una sesión de trabajo en el Centro Mexicano de Escritores. La institución estaba en las calles de San Francisco, en la colonia Del Valle. De pronto pasé delante de un negro que estaba recargado en un automóvil. ¡Ruvalcaba!, dijo. Me volví a mirarlo. “Leí tus cuentos. Tienes errores técnicos, que nadie más que yo te los puede corregir. ¿Te interesa?”. Era gringo. Sí, respondí. Dame tu teléfono. Yo te marco. Vete. Me di la vuelta y proseguí mi camino. A las tres de la mañana de esa noche sonó el teléfono. Yo vivía casado con Maris. Nuestra casa estaba en la Roma. Era él. El gringo. “Habla George Hal Bennett. Ven inmediatamente para corregir tus cuentos”. “Pero son las tres de la mañana”. “No importa, ¿vienes o no?”. Y fui. Esa fue la primera vez que nos encontramos.

2. Años atrás, George Hal Bennett había sido becario del Centro Mexicano de Escritores. Y se había quedado a vivir en México. Vivía en el cuarto de la servidumbre de la casa.

3. Sin dejar mis cuentos, empecé a escribir una novela bajo la égida de George. siempre me llamaba del mismo modo. Todo en él era imprevisible. Excepto el trabajo. Era incansable. Cada capítulo que escribía yo, él lo iba traduciendo -me había comprometido con su editor neoyorkino. Se detenía en los periodos gramaticales, en los párrafos. Sus observaciones comprendían lo mismo al lenguaje que a la trama, a las dimensiones de los personajes que a la adjetivación. Pero sobre todo me enseñaba a vivir. A luchar. Con su ejemplo.

5. Es el único maestro que he tenido. Y yo fui el único alumno suyo. Me lo especificó a gritos.

6. Me llama a medianoche y me ordena que vaya inmediatamente. Que no toque. Que entre. Llego. Entro. Todas las luces están prendidas. Descubro gotas de sangre en la alfombra. Las sigo. Me grita: ¡Eusebio, sube! Y subo. Las gotas son cada vez más copiosas. Una tras otra. Por fin llego hasta su cuarto. ¡Entra!, y entro. Está escribiendo a máquina. De su mano derecha brota la sangre. Incontenible. Salpica el mantel y su camiseta. ¿Qué te pasó?, le pregunto. Me estalló un foco en la mano. No he podido parar la sangre. Pero no puedo parar. Es lo que quiero que veas.

7. Lo vi escribir una novela en tres días. Sin detenerse. Me platicó el argumento. en tres días no dejó de escribir. Su único equipaje era una maleta en la cual llevaba adosada su máquina de escribir, papel, una muda de ropa y chochos. Cantidades descomunales de chochos. En esos tres días no se paró más que para orinar. Yo iba a la tienda de la esquina y le compraba leche, miel y pan negro. De eso se alimentó los tres días. Adelgazó. Ya de por sí era correoso, fuerte como un animal de cuero.

10. Apenas entro pone en mis manos su novela El dios de los lugares oscuros. Ese mismo día nos disgustamos. Para siempre. Quería que modificara alguna situación en mi novela. Me negué. ¿Quién es el maestro?, me preguntó. ¿Quién es el autor?, repliqué. Me corrió y me fui. Nunca lo volví a ver en mi vida. Por cierto, luego de leerlo presté el libro. Jamás me lo devolvieron.

Wong

Wong

Escritor. Autor de las novelas "Bosques que se incendian" (2023) y "Paris, D.F." (2015, Premio Dos Passos a Primera Novela), así como de la colección de relatos "Los recuerdos son pistas, el resto es una ficción" (Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2017).

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