Los que aman, odian – Silvina Ocampo y Bioy Casares

Los que aman, odian – Silvina Ocampo y Bioy Casares

Last Updated on: 29th marzo 2020, 12:19 pm

Los que aman, odian es la única novela que Silvina Ocampo y Bioy Casares escribieron juntos. La premisa es típica en el género policial: una mujer aparece muerta en la habitación de un hotel. Imposibilitados para salir —afuera hay una tormenta—, el narrador comienza sus pesquisas en torno a lo que se cree es un asesinato —poco después nos enteramos sobre un triángulo amoroso y varios personajes siniestros o, al menos, cuestionables. El narrador cuenta su historia entre el patetismo del hombre enamorado (como buen detective, ha sucumbido ante los encantos de la principal sospechosa) y del escritor frustrado —su objetivo, antes de ser interrumpido por el crimen, era escribir la adaptación cinematográfica de un libro de Petronio.

Así, la novela está llena de guiños y homenajes al género, aunque resaltan dos: la condición de lector de los detectives y el uso de fármacos para enfrentarse a la realidad —recordemos la afición de Holmes por la morfina.

—¿No cree —me preguntó— que el momento más enorme de la literatura es aquél en que Hugo nos habla de ese lord inglés aficionado a las riñas de gallos y que en un club hace bailar sobre las manos a dos mujeres? A una, que era soltera, le dio una dote y al marido de la otra lo nombró capellán.

Yo estaba agradablamente perplejo ante el fervor literario de Aubry, incómodamente perplejo ante su pregunta.

Además de estos guiños y homenajes al género, la propuesta de Ocampo y Bioy presenta a unos detectives que se equivocan, rumian sobre sus sueños insatisfechos y se pierden constantemente por los vericuetos de sus pensamientos.

El sueño es nuestra cotidiana práctica de la locura. En el momento de enloquecer diremos: “este mundo me es familiar. Lo he visitado en casi todas las noches de mi vida. Por eso, cuando creemos soñar y estamos despiertos, sentimos un vértigo en la razón.

O:

Me levanté impaciente. Miré por la ventana. Una aurora parda, arenosa, se insinuaba entre el vendaval. El mundo parecía los restos de un incendio amarillo. Sobre oscuros postes caídos se levantaba en espirales la arena, como un humo furioso.

La novela gira así en torno a triángulos amorosos, celos, infidelidades, mentiras, pero también la pasión, el heroismo y el sacrificio que solo comparten los amantes. Por tal razón, no deja uno de pensar en cómo el texto se entreteje con la de Ocampo y Bioy —hoy sabemos los detalles de las frecuentes aventuras del escritor. En otras palabras, ¿están aquí reflejadas las pasiones que un día moldearon sus días? En algún momento Silvina dijo sobre su esposo: “ambos nos conocíamos desde siempre”. Tal vez esa certeza es la que se intuye al leer el colofón de la novela:

Solo me falta agregar que Emilia y Atwell se han casado y que, según creo, son felices. En ocasiones me pregunto cómo será la intimidad de estos enamorados que tantas veces se miraron creyéndose criminales y que nunca dejaron de quererse.

A los lectores nos resta imaginar si fue Silvina o Adolfo el que escribió esa potente frase.

 

Roberto Wong

Roberto Wong

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