Los mejores libros que leí en 2013

Los mejores libros que leí en 2013

Last Updated on: 21st febrero 2021, 04:31 pm

read more

Las listas son una manera de ordenar el caos de la existencia, un recurso melodramático para dictar jerarquías a las situaciones u objetos. Ésta, en particular, parte de azares y afectos. Dejo la lista sin más preámbulo para que usted, lector, la pondere y haga uso de ella. Si le interesa contrastar, hay un ejercicio similar que hice en 2011. Nos leemos el próximo año.

Si te dicen que caí – Juan Marsé

¿Con lo mal que lo pasamos? ¿Me has mirado bien, rico? ¿Qué te gusta de mí? Pensó: aquel temblor al abrazarme, aquel entrechocar de dientes, aquel acurrucarte a mi lado como un perro dócil y asustado.

Diario de un aspirante a santo – Georges Duhamel

Salavin espera serenamente las ocasiones de sacrificarse, las hermosas oportunidades de sacrificarse. Y no es sino el comienzo del comienzo. Quizá un día futuro marchará entre la admiración respetuosa del mundo, aliviando a unos, instruyendo a otros, cumpliendo cada día una acción maravillosa. ¿No se ha salvado ya? Su vida tiene un objetivo. Es un grito que todo ser humano sueña con lanzar un día: “¡Mi vida tiene un objetivo!”.

La cruzada de los niños – Marcel Schwob

No sé de dónde venían. Eran peregrinos pequeñísimos. Llevaban bordones de avellano y de abedul. Traían la cruz al hombro; y todas esa cruces eran de varios colores. Hasta las he visto verdes, que debían de estar hechas de hojas cosidas. Son niños salvajes e ignorantes. Vagan hacia no sé dónde. Tienen fe en Jerusalén. Pienso que Jerusalén está lejos, y Nuestro Señor debe estar más cerca de nosotros. No llegarán a Jerusalén. Pero Jerusalén llegará a ellos.

El Dios de los Lugares Oscuros – Hal Bennett

Traté de que tu mamá se quitara los zapatos y el resto de la ropa -seguía diciendo Titus Market, con risas y más risas y dando vueltas con un dedo a su sombrero de paja-. Pero dijo que tú vendrías a comer en seguida, hijo. Además, no quería tardar mucho porque las arvejas podían quemarse. Dijo que solamente quería ayudarme un poco, que para eso son las mujeres. Así que me desabroché el mameluco y cuando quedé satisfecho tu mamá se quejó un poco y dijo: Sí, querido, para es la esposa, por más que le duela el pecho… Y eso fue lo último que dijo. Yo no supe que había muerto. Bajé la cabeza para besarla un poco y entonces sí supe que estaba muerta. Pensé un minuto antes de levantarme, pensé: Eres un hombre de veras, Titus, tu virilidad la mató. Claro que estaba triste pero no podía dejar de sentirme un poco orgulloso, también, por haber hecho una cosa así. En estos tiempos un hombre puede sentirse orgulloso de tan pocas cosas.

El hombre imposible – J. G. Ballard

Los mayores avances del futuro inmediato ocurrirán no en la luna o en Marte sino en la Tierra, y es el espacio interior y no exterior el que necesita ser inspeccionado. El único planeta verdaderamente extraño es el nuestro […] Quiero ver que la ciencia ficción se vuelva abstracta y atrevida, ideando situaciones nuevas y contextos que ilustren los temas de manera oblicua.

Papeles pegados – Georges Perros

“No son retazos, juntados al azar en un cuaderno interminable; son parte integrante de una dinámica intelectual, el cuerpo en movimiento de una inteligencia y de una sensibilidad fuera de serie. Gracias a su carácter fragmentario, inconcluso, estas notas son, a su vez, chispas que encienden la curiosidad del lector, e incitan igualmente a nuevas reflexiones. En ello radica, precisamente, su valor literario-filosófico, o bien estético-filosófico: incitan a pensar.”

La última escala del Tramp Steamer – Álvaro Mutis

Entró de repente en el campo de mi vista, con lentitud de saurio malherido. No podía dar crédito a mis ojos. Con la esplendente maravilla de San Petersburgo al fondo, el pobre carguero iba invadiendo el ámbito con sus costados llenos de pringosas huellas de óxido y basura que llegaban hasta la línea de flotación. El puente de mando y, en la cubierta, la hilera de camarotes destinados a los tripulantes y a ocasionales pasajeros, habían sido pintados de blanco en una época muy lejana. Ahora, una capa de mugre, de aceite y de orín les daba un color indefinido, el color de la miseria, de la irreparable decadencia, de un uso desesperado e incesante.

Señales que precederán al fin del mundo – Yuri Herrera

Ya había arreglado lo del cruce y cómo hallaría a su hermano, ahora quería asegurarse de que habría quién la ayudara a volver; no quería ni quedarse por allá ni que le sucediera como a un amigo suyo que se mantuvo lejos demasiado tiempo, tal vez un día de más o una hora de más, en todo caso bastante de más como para que le pasara que cuando volvió todo seguía igual pero ya todo era otra cosa, o todo era semejante pero no era igual: su madre ya no era su madre, sus hermanos ya no eran sus hermanos, eran gente de nombres difíciles y gestos improbables, como si los hubieran copiado de un original que ya no existía; hasta el aire, dijo, le entibiaba el pecho de otro modo.

Los amores diurnos – Francisco Umbral

Leticia/Lutecia no es la contrafigura de una mujer ni de la ausencia de una mujer, sino la contrafigura de la imposibilidad de amar una sola mujer. Después, siempre con la mirada y casi el rostro dentro del copón, hago recuento de la cantidad de sexos de mujer que habré probado en mi vida. En realidad, la existencia no es otra cosa que eso: la monótona variedad de los sexos, la inextinguible mejillonera femenina, configurada como destino, y el haberse llevado el sabor de cada mujer en la boca -aunque todos los sabores parezcan el mismo, y lo sean-, porque es como llevarse su alma.

Disertación sobre las telarañas – Hugo Hiriart

La gelatina anaranjada detenida entre el sólido y el líquido, que va y viene como un ponto secretamente atado y secretamente libre, palpitante y trémula, esa materia dudosa que atarea más allá de toda esperanza las manos que quieren atraparla, monstruo remiso al vaso y a la cuchara e indócil al modelado y a la caricia, perdurable vuelo de acróbata, Babel de la solidez, hueso alimenticio y baile de máscaras es la histeria de las construcciones. ¿Quién no ha soñado que una gelatina lo traga y asimila? Cuando sepultamos la cuchara en la gelatina de leche, ¿quién recoge a quién? Todo por andar queriendo ser dos cosas a la vez.

BONUS DE POESÍA

La memoria y la piedra – Juan Luis Panero

AUTOBIOGRAFÍA

Una casa vacía, otra derrumbada,
un niño muerto al que le cuentan cuentos,
despedidos fantasmas que se desvanecen,
ceniza y hueso, piedras derrotadas.
Cuartos alquilados, repetidos espacios fugaces,
las huellas de los cuerpos en las sábanas,
una pesada resaca sin destino,
voces que nadie escucha, imágenes de sueños.
Innecesarias páginas, gaviotas en la ventana,
mar o desierto, blancos despojos,
signos y rostros en la pared de la memoria.
Sucias pupilas de sol en México, tercos
los ojos redondos de la calavera
contemplan pasado, presente, futuro,
sombras tenaces, metáforas gastadas.
Miro sin ver lo que ya he visto,
humo disforme que se esfuma,
invisible mortaja bajo nubes fugaces.
Humo en la noche y la nada instantánea.

Wong

Wong

Escritor. Autor de las novelas "Bosques que se incendian" (2023) y "Paris, D.F." (2015, Premio Dos Passos a Primera Novela), así como de la colección de relatos "Los recuerdos son pistas, el resto es una ficción" (Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2017).

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde El Anaquel | Blog Literario

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo